Conoce más sobre el Beato Faustino Míguez
Desde su vocación científica, que descubre en Cuba y después consolida y desarrolla a lo largo de su vida, Faustino Míguez quiere liberar a la humanidad que sufre en el cuerpo, ya que «si a ejemplo de mi Divino Maestro —nos dice él— debo mirar en primer término por la salud del alma, tambien estoy en la obligación de atender, según mis fuerzas a la del cuerpo».
Esta convicción le urge al estudio y conocimiento profundos de los extractos medicinales de las plantas, pues cree que Dios ha depositado en la Naturaleza, y precisamente en las plantas, los elementos necesarios para curar la enfermedad. La ciencia, afirma él, está en conocer sus propiedades y saber aplicarlas. Desde aquí es posible decir que la Naturaleza era para él como "una de las grandes huellas de Dios". El resultado de esta dedicación y de su concienzudo trabajo fue el Laboratorio Míguez, reconocido por el Ministerio de Sanidad en el año 1922.
Cuando es destinado a Sanlúcar de Barrameda, por primera vez, concibe el proyecto del análisis de las aguas de los numerosos manantiales de la ciudad, para comprobar científicamente si las aplicaciones terapéuticas que por tradición se vienen haciendo son las adecuadas. Es el Ayuntamiento quien le encarga este proyecto, que realiza durante siete meses, con el único móvil de la gloria de Dios y con el deseo de ser útil al pueblo. Terminado el análisis, el Ayuntamiento le nombra "hijo adoptivo de la ciudad" y publica un libro con los resultados.
El Dr. Basil Cavernali, médico que hizo un estudio de los Específicos Míguez, manifiesta que hablar de Faustino Míguez es «tanto como adentrarnos en una vida dedicada por entero al amor de Dios y a la ciencia».